miércoles, 4 de diciembre de 2013

La alegría compartida


Los que no estuvisteis en  nuestro tren   el otro día no sabéis el cuento que nos contó  un nuevo viajero.
Este cuento es una historia creada en el recuerdo de una época tan dura como la que estamos viviendo actualmente. Había familias que como hoy tampoco tenían recursos para alimentar  a sus familia, no eran pocas las casas en las que  uno o mas de sus  miembros se quedaban sin trabajo. Y los diligentes, como los de ahora, recortaban todas las ayudas a los más necesitados.- Nos aclaró nuestro interlocutor.



E

      rase una vez un pueblo pequeño en lo alto de unas montañas, en cuyas faldas tenía           un lago precioso.
     No tenía más de dos mil habitantes. Los niños tenían cinco kilómetros para llegar a        la escuela, en el pueblo más próximo.
    En invierno cuando la nieve daba señales de vida, eran muchos los días que no podían     asistir a la escuela.


El pueblo se llamaba Zeru Barnean, (que quería decir algo así como dentro del cielo).

Como en todos los pueblos, allí también llegaron los problemas de trabajo, o mejor dicho del no trabajo.
En Zeru Barnean eran pocos habitantes, y de todas las clases sociales.
D.Armando, el alcalde, más conocido entre sus convecinos como Ezkulabur ( tacaño), no se preocupaba de nada ni de nadie, no sabia el nombre de nadie, bueno si, del cura el Padre Teodoro, que como a él, le gustaba la buena mesa, y  sobremesa...


Llegaron las vacaciones de navidad, y D.Luis, el maestro, estaba despidiéndose de los niños.
Este año estaba preocupado, el ambiente era triste, los niños tenian las miradas ausentes. Él sabía perfectamente lo que les pasaba, sabía las dificultadas que tenían todos en sus casas, las carencias que había en sus casas. Sabía que los niños en la escuela se sentían lejos de los problemas que tenían, y
en alguna  ocasión le habían contado que no les gustaban las  navidades, pues a  ellos nunca les traían regalos.





D.Luis estaba casado con Maria, y no tenían hijos.


No dejaba de pensar en alguna posible solución, y a todas horas formulaba la misma pregunta a Maria: ¿Cariño, qué podemos hacer?

Maria trabajaba  de enfermera en la consulta del Dr Carlos, el  medico de familia del pueblo.
D. Carlos era el soltero cotizado del pueblo, joven, guapo, simpático y sobre todo  humano.


Una noche estaban juntos después de cenar en casa de Luis y Maria, tenían las tazas de café delante,  reinaba un silencio sepulcral, mientras los tres pensaban  que hacer por su pueblo, y sus amigos.

Fue Luis quien de repente se levanto y dijo: Ya se lo que podemos hacer. 
Vamos a ir a hablar con D.Armando y D. Teodoro, hay  que decirles que tenemos que hacer algo y el ayuntamiento y la Parroquia tienen que colaborar.


La respuesta de Eskulabur ( el alcalde) fue: 

Yo no puedo, el ayuntamiento no tiene bla bla bla..
La respuesta de D.Teodoro fue:
Si, si contar conmigo, pero mi ayuda no puede ser económica, la parroquia no dispone de dinero ,al contrario, estoy preparando unas cartas a los vecinos pidiendo que se aprieten el cinturón para arreglar las goteras.


Se reunieron los tres al día siguiente para elaborar un plan. Ya es día veinte de Diciembre, no tenían mucho tiempo.

Carlos tomó la palabra y le preguntó a Luis : ¿Luis tu tienes las llaves de la escuela?
A lo que Luis contestó que si. Mañana vete, enciende las luces y la calefacción, y coloca todas la sillas que encuentres en el aula.
Llamaremos a todos los timbres de las casas, convocaremos una reunión urgente.
Al día siguiente se juntaron todos los vecinos  de Zeru Barnean  en la escuela como tenia organizado.
Empezó hablar el maestro y este, les contó su preocupación por la situación, y el estado de los niños.


Sus palabras fueron las siguientes: 
Coged todos los alimentos que tengáis preparados. Coged mantas, almohadas y todo lo que podáis para acomodarnos.Coged los adornos, guirnaldas, un árbol... todo lo que podáis para ambientar el lugar.


Llegó el día veinticuatro de Diciembre.

Un día divertido, todos juntos preparado las cosas.
Los hombres preparaban mesas, improvisaban dormitorios, pusieron luces en toda la escuela.
Las mujeres  y el cocinero de la escuela se pusieron manos a la obra y prepararon el menú:

                                  Sopa  caliente de cocido.
                                  Carne en salsa
                                 patatas fritas y  huevos
                                 y unos bizcochos.

Los niños corrían y reían al ritmo de los villancicos, mientras terminaban de adornar con bolas y guirnaldas. Lo mas bonito que  pusieron fueron  sus risas, y alegría.




Estaban cenando cuando llamaron a la puerta de la escuela.

Eran el alcalde y el  cura. No sabían que hacer ni que decir ,sus caras se sonrojaron y se sintieron avergonzados al ver que todo el pueblo había puesto algo de su parte, excepto ellos. 
Carlos se levantó y les  hizo sitio en la mesa.
Cenaron , rieron, hablaron y cantaron, al son de las panderetas.


Poco a poco los niños se fueron durmiendo en los dormitorios  improvisados, y los mayores también se fueron durmiendo, para dejar atrás una noche maravillosa y dar paso a un nuevo día.


Se despertó Manolito el hijo del panadero y se puso a gritar:
¡¡Regalos!! ¡¡Paquetes!! ¡¡Despertaos!!  Al final sus gritos y entusiasmo despertó a todos.
¡Madre mia! ¡Que montón de regalos!¿Pero quien los ha traido?Don Anselmo, el mas anciano del pueblo, dijo:
Yo he visto a un señor muy sucio con barba y ropa como de minero que dejaba todo en silencio, cuando vió que le había visto me hizo un gesto de silencio.


A partir de ese año todos los años se reunían el veinte de Diciembre para organizar la cena del día veinticuartro.

Desde entonces cada año las navidades se repiten  en Zeru Barnean  y sigue viniendo el señor sucio con barba que deja regalos y que los niños pusieron el nombre de olentzero.






Después de los años se siguen  celebrando las navidades de la misma manera. Lo importante fue  lo que aprendieron todas las generaciones  venideras:





      LO QUE  COMPARTIMOS NOS DA 
EL DOBLE DE ALEGRÍA.



Después de esto se bajo del tren el señor que nos contó el cuento, cuando se dio la vuelta vimos que le asomaba por el pantalón una blusa sucia, y con aspecto de minero.